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Camino a El Cielo

Después de algunos años de estarlo platicando, decidimos irnos de excursión a El Cielo (bueno, los que finalmente pudimos de nuestra familia: Marcos, Annie, José David, Mikey, Dany, mami y yo).

Como es de muchos conocido, La Reserva de la Biosfera El Cielo es una extensión de más de 500,000 hectáreas al sureste del Estado de Tamaulipas, con una combinación de climas (de transición de tropical a templado) que permite la existencia de 5 diferentes ecosistemas, además de ser una de las más ricas en flora y fauna de todo el país. Por sus características excepcionales ha sido declarada por la UNESCO como patrimonio de la humanidad.

Bueno, después de este breviario cultural, les comento que llegamos a la población de Gómez Farías el viernes 9 de octubre por la tarde. Dejamos la van en la casa de don Chabelo, que por $1,500.00 (ida y vuelta) nos llevó en su pick up de ahí al ejido de San José (camino arriba de la Sierra Madre Oriental). Un trayecto de tan sólo 22 kilómetros, que tardamos 2 horas y 40 minutos! en recorrer (el camino de rocas más accidentado que he sufrido en toda mi vida). Llegamos a San José ya de noche a instalarnos en las dos cabañas donde pernoctaríamos.

Por la mañana emprendimos camino a Viveros, un lugar muy bello con praderas verdes, un arroyo y pequeñas cascadas. Regresamos a San José, comimos y ya con todas nuestas cosas cargadas emprendimos camino al lugar llamado Casa de Piedra, distante 3 ó 4 kilómetros. Gracias a Dios una pick up nos dio un raid de un kilómetro, pues en toda esta zona el camino es de rocosas y empinadas subidas y bajadas (I barely made it).

Estando yo al borde del colapso llegamos por fin. Había un arroyo, espléndidos spots (a escoger) para acampar, con un pasto envidiable. Llevábamos tres tiendas de campaña: una grande para los niños, otra para mami y yo y una más pequeña para la comida y enseres.

A propósito, las comidas siempre eran algo ligero, sencillo, fácil de preparar, o improvisando con los utensilios y alimentos que expertamente mami seleccionó para llevar: cereal, atún, hot dogs, sí, sopas maruchan, frijoles, chilorio, quesadillas, galletas, en fin, cosas así, pero todo nos sabía rico, aunque a veces estuviera medio frío o quemado (como los malvaviscos, remember?).

Anita ya había ido a El Cielo en cinco ocasiones, así que era nuestra experta guía principal. Marcos había acompañado al grupo de Anita en una ocasión, y como hermano mayor coordinaba con liderazgo firme a los niños. El problema es que desde la mañana había estado nublado o lloviendo. Instalar las tiendas bajo la lluvia ligera no fue tanto el problema. Como casi toda la madera del lugar estaba completamente mojada, tardamos más de dos horas en encender la fogata. Igualmente, el conservarla encendida toda la noche fue todo un reto. Toda la familia se turnó en guardias de dos horas todo la noche (salvo Marcos que se quedaba cuatro horas) para velar y cuidar la fogata. La verdad que te sobrecoge el estar ahí en medio de la sierra, en medio de la noche, en medio de la nada (sí que piensas muchas cosas!). En la madrugada por fin se despejó el cielo, permitiéndonos contemplar el más deslumbrante espectáculo de refulgentes estrellas.

From then on the weather was perfect (salvo los implacables mosquitos, pero eso es otro asunto). Después de desayunar todos se fueron camino arriba a explorar. Yo me quedé a cuidar (admito que estaba cansado, además de que nunca hay qué dejar solo el campamento). Después de unas tres horas regresaron con nuevas aventuras, fotos y más cansados. Siguió la comida, baño en el arroyo de agua helada (I skiped, though) y tarde de relax. Como no tuvimos oportunidad de ir a misa (oops!), plantaron una pequeña cruz junto a la fogata y celebramos una liturga de la palabra (mami llevaba el misal) en la que participamos todos. Fue un momento de oración muy especial en el que nos sentimos muy unidos y muy cerca de Dios y de su creación.

Por la noche nos acostamos en el pasto sobre sleeping bags, uno junto al otro y, viendo las estrellas, jugamos, hicimos bromas y nos reímos mucho todos.

Por la mañana, después de desayunar, a recoger el campamento, cargar todas las cosas, que aunque menos, no eran tan pocas (si no, pregúntenle a los niños, que cargaron lo más pesado) y a emprender el camino de regreso al entronque con el camino de San José a Alta Cima, donde nos esperaba Chabelo con la pick up para el regreso a Gómez Farías.

Claro que habría más detalles qué comentar de nuestras aventuras en este lugar extraordinario, pero quisiera mencionar también otras cosas con relación a nuestra familia: el que hayamos podido compartir esta comunión con la obra de nuestro Creador, que nos deslumbra con su majestad; el que atravesemos juntos momentos difíciles, incluso tal vez de cierto peligro, que nos hacen sentirnos más unidos; la disposición para darnos la mano unos a otros, a pesar de las diferencias que llegan a surgir; el asumir las situaciones que forjan el carácter, como las incomodidades y el trabajo duro que hay qué hacer, aceptando las cosas como vienen… maybe groaning sometimes, but always willing to do what must be done.

Indeed, I’m so proud of my family… in Heaven (El Cielo) and everywhere.

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