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Nueva sección de fotos

Hola a todos! Hace unas pocas semanas decidí programar una sección de fotos para la página de la familia NietoYosten. Por el momento subí las fotos de nuestra boda (de Rafa y Christina). Para ver las fotos, dénle click a "Pictures" en el menú. La sección está todavía en construcción. Pienso programar más funciones poco a poco (como la función para subir fotos), pero por favor échenle un vistazo. Si tienen comentarios o ideas me mandan un correo porfis.

La página de Fotki sigue en línea al menos por otro año (acabo de pagar por otro año). Nuestro límite de espacio en Fotki son 12 gigas, y en la página de NietoYosten tenemos un límite de 150 gigas. Para ir a las fotos de Fotki dénle click en el menú a "Fotki". Saludos!

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Camino a El Cielo

Después de algunos años de estarlo platicando, decidimos irnos de excursión a El Cielo (bueno, los que finalmente pudimos de nuestra familia: Marcos, Annie, José David, Mikey, Dany, mami y yo).

Como es de muchos conocido, La Reserva de la Biosfera El Cielo es una extensión de más de 500,000 hectáreas al sureste del Estado de Tamaulipas, con una combinación de climas (de transición de tropical a templado) que permite la existencia de 5 diferentes ecosistemas, además de ser una de las más ricas en flora y fauna de todo el país. Por sus características excepcionales ha sido declarada por la UNESCO como patrimonio de la humanidad.

Bueno, después de este breviario cultural, les comento que llegamos a la población de Gómez Farías el viernes 9 de octubre por la tarde. Dejamos la van en la casa de don Chabelo, que por $1,500.00 (ida y vuelta) nos llevó en su pick up de ahí al ejido de San José (camino arriba de la Sierra Madre Oriental). Un trayecto de tan sólo 22 kilómetros, que tardamos 2 horas y 40 minutos! en recorrer (el camino de rocas más accidentado que he sufrido en toda mi vida). Llegamos a San José ya de noche a instalarnos en las dos cabañas donde pernoctaríamos.

Por la mañana emprendimos camino a Viveros, un lugar muy bello con praderas verdes, un arroyo y pequeñas cascadas. Regresamos a San José, comimos y ya con todas nuestas cosas cargadas emprendimos camino al lugar llamado Casa de Piedra, distante 3 ó 4 kilómetros. Gracias a Dios una pick up nos dio un raid de un kilómetro, pues en toda esta zona el camino es de rocosas y empinadas subidas y bajadas (I barely made it).

Estando yo al borde del colapso llegamos por fin. Había un arroyo, espléndidos spots (a escoger) para acampar, con un pasto envidiable. Llevábamos tres tiendas de campaña: una grande para los niños, otra para mami y yo y una más pequeña para la comida y enseres.

A propósito, las comidas siempre eran algo ligero, sencillo, fácil de preparar, o improvisando con los utensilios y alimentos que expertamente mami seleccionó para llevar: cereal, atún, hot dogs, sí, sopas maruchan, frijoles, chilorio, quesadillas, galletas, en fin, cosas así, pero todo nos sabía rico, aunque a veces estuviera medio frío o quemado (como los malvaviscos, remember?).

Anita ya había ido a El Cielo en cinco ocasiones, así que era nuestra experta guía principal. Marcos había acompañado al grupo de Anita en una ocasión, y como hermano mayor coordinaba con liderazgo firme a los niños. El problema es que desde la mañana había estado nublado o lloviendo. Instalar las tiendas bajo la lluvia ligera no fue tanto el problema. Como casi toda la madera del lugar estaba completamente mojada, tardamos más de dos horas en encender la fogata. Igualmente, el conservarla encendida toda la noche fue todo un reto. Toda la familia se turnó en guardias de dos horas todo la noche (salvo Marcos que se quedaba cuatro horas) para velar y cuidar la fogata. La verdad que te sobrecoge el estar ahí en medio de la sierra, en medio de la noche, en medio de la nada (sí que piensas muchas cosas!). En la madrugada por fin se despejó el cielo, permitiéndonos contemplar el más deslumbrante espectáculo de refulgentes estrellas.

From then on the weather was perfect (salvo los implacables mosquitos, pero eso es otro asunto). Después de desayunar todos se fueron camino arriba a explorar. Yo me quedé a cuidar (admito que estaba cansado, además de que nunca hay qué dejar solo el campamento). Después de unas tres horas regresaron con nuevas aventuras, fotos y más cansados. Siguió la comida, baño en el arroyo de agua helada (I skiped, though) y tarde de relax. Como no tuvimos oportunidad de ir a misa (oops!), plantaron una pequeña cruz junto a la fogata y celebramos una liturga de la palabra (mami llevaba el misal) en la que participamos todos. Fue un momento de oración muy especial en el que nos sentimos muy unidos y muy cerca de Dios y de su creación.

Por la noche nos acostamos en el pasto sobre sleeping bags, uno junto al otro y, viendo las estrellas, jugamos, hicimos bromas y nos reímos mucho todos.

Por la mañana, después de desayunar, a recoger el campamento, cargar todas las cosas, que aunque menos, no eran tan pocas (si no, pregúntenle a los niños, que cargaron lo más pesado) y a emprender el camino de regreso al entronque con el camino de San José a Alta Cima, donde nos esperaba Chabelo con la pick up para el regreso a Gómez Farías.

Claro que habría más detalles qué comentar de nuestras aventuras en este lugar extraordinario, pero quisiera mencionar también otras cosas con relación a nuestra familia: el que hayamos podido compartir esta comunión con la obra de nuestro Creador, que nos deslumbra con su majestad; el que atravesemos juntos momentos difíciles, incluso tal vez de cierto peligro, que nos hacen sentirnos más unidos; la disposición para darnos la mano unos a otros, a pesar de las diferencias que llegan a surgir; el asumir las situaciones que forjan el carácter, como las incomodidades y el trabajo duro que hay qué hacer, aceptando las cosas como vienen… maybe groaning sometimes, but always willing to do what must be done.

Indeed, I’m so proud of my family… in Heaven (El Cielo) and everywhere.

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Annie is Back!

Annie está de regreso en casa.

Después de poco más de un año en Alemania y un mes en Estados Unidos a su regreso, nuevamente se encuentra en Tampico con nosotros, su familia, y reencontrándose poco a poco con sus viejos amigos.
Pero no por mucho tiempo. Al parecer, empezando el año planea irse a Seattle, donde se encuentra Rafa, nuestro hermano mayor. Pero tampoco ahí piensa calentar mucho tiempo el lugar, pues según esto de ahí pretende emprender nuevamente el vuelo. Ya ella les platicará más detalladamente el chisme en su blog de este familiy website.

Para celebrar este acontetcimiento (pretextos no nos faltan) organizamos en la casa una gran parrillada de bienvenida con toda nuestra familia y amigos cercanos de Annie.

Nos volvió a platicar algunas de sus aventuras en los diferentes lugares de Alemania y países de Europa por los que anduvo trotando. En resumen, se la pasó de maravilla y vivió una de las mejores experiencias de su vida.

Felicitamos a Annie por esta inolvidable aventura y le damos gracias a Dios por haberle permitido vivirla y por haberla traído con bien a su casa (a lo menos por unos meses).

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Mami y Lanie en Alemania y Roma

El mes de mayo de 2009 la tía Lanie y mami hicieron un viaje a Alemania de 2 semanas (y unos días a Roma). Vinieron a visitar a los Villegas y a mí (Annie), que estoy por un año en Frankfurt, Alemania, de Au Pair (niñera).

Annie Nieto

Lean más abajo sus fabulosas aventuras.

(Read soon English version).

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Los primeros días se quedaron con Hugo y Gabi Villegas, y yo, como no tenía clases, iba a visitarlas en las mañanas y nos íbamos a pasear. A veces, hasta me acompañaban a recoger a Cecilia (hija de la familia donde vivo) de la guardería, que está cerca de la casa de los Villegas. Yo después tenía qué regresarme a cuidar a los niños en la casa. Platicamos bastante con Hugo, aunque a Gabi no la vimos tanto porque estuvo en Mainz por unos días.

Un día Héctor Villegas nos llevó al centro de la ciudad y estuvo contándonos la historia de algunos de los edificios y plazas de Frankfurt. Ese mismo día también fuimos a la Catedral de Frankfurt, una iglesia estilo gótico, contruida con piedra color rosa-roja. Ahí una señora nos ofreció un tour y también nos explicó la historia de la catedral, donde nombraban a los reyes de la región, en la edad media. Después nos encontramos con Gisela (esposa de Héctor) para comer juntos durante su pausa de mediodía en el trabajo.

Durante los días en Frankfurt estuvimos paseándonos por el centro de la ciudad y cerca del río. También fuimos a un parque y a unos jardines botánicos, donde cobran por entrar, pero que están muy padres. Se llama Jardín de las Palmas; tiene muchas flores, e incluso varios invernaderos que simulan diferentes áreas del mundo. Una se sentía como en Tampico (aunque estuviera medio fresco afuera). También había una cascada y un lago artificial, donde podías andar en bote. A Lanie y a mi mamá les gustó tanto que regresamos en otro día.

Después de unos dias Lanie y mami se cambiaron con nosotros, o sea con la familia Jaecker, donde estoy viviendo. Llegaron un martes y se vinieron un viernes. Ese día celebramos mi cumpleaños (que había sido el 17 de abril). Lanie, mami y yo hicimos comida mexicana: mole, pollo, arroz y salsa (pico de gallo). Invitamos a todos los Villegas Gelhausen y vinieron con los niños. Los niños se la pasaron muy bien jugando por toda la casa, mientras los adultos comíamos a gusto sentados y tomábamos vino espumoso (tipo champagna). A todos les gustó mucho el mole; le quedó muy rico a mi mamá, que fue la encargada de prepararlo. Nos la pasamos muy bien sentados en la terraza de los Jaecker y me dio mucho gusto poder compartir una cena así con Lanie, mami y mis nuevas familias alemanas.

Chrisi (la señora de la casa) fue una increíble anfitriona. Puso flores en el cuarto de huéspedes y de bienvenida les regaló a Lanie y a mami chocolates. También hacía cenas típicas alemanas; por ejemplo, un día hizo espárragos con papas cocidas y una salsa muy rica; y otro día hizo knoedels (bolas de masa hervida) con una crema de champiñones deliciosa (a mí me encanta, es una de mis comidas favoritas). Con la cena siempre nos servía vino.

Un día fuimos a pasear mi mamá y yo cerca de la casa, donde hay mucha naturaleza y campo. El cielo estaba claro, aunque estaba atardeciendo, y caminamos juntas durante un buen rato. Tuvimos una buena charla de madre a hija y hablamos un poco de mi futuro, de la vida, de los planes de la familia…

Los niños Jacker estuvieron encantados con las señoras, y muy en especial también con las galletas de queso que trajeron. Lanie y mi mamá se ponían a jugar seguido con Lucie y con Cecilia. Hasta me ayudaron a llevar a los ninos a dormir (no querían que yo los llevara, sino que vinieran mami y Lanie). Fue muy chistoso como Lucie les hablaba en alemán y Lanie y mami contestaban en inglés, y de alguna u otra forma se daban a entender.

Uno de los días en que fuimos al centro, tuve que regresarme antes para recoger a Cecilia. Después de recogerla tenía qué acompañarla a jugar a casa de uno de sus amiguitos, por lo que tuve qué explicarles cómo regresar a la casa de los Jaecker. Creo que más o menos sí encontraron su camino de regreso, sólo que en la última estación del metro se puede caminar a la casa o tomar el autobús (el problema con el autobús es que te tienes que fijar en qué dirección va.). El caso es que mami y Lanie vieron el número pero no la dirección (además no se la sabían) y tomaron el bus equivocado. Lo bueno es que se dieron cuenta y se bajaron del bus en la siguiente parada. Decidieron mejor caminar a casa, y gracias a Dios encontraron bien su camino (tenían mi cel también por si acaso).

Con los Jaecker fuimos a un pueblo muy pintoresco que se llama Buedingen, con casas típicas alemanas, jardines y una muralla alrededor del pueblo. Ahí también se encontraba un mini castillo, que tenía recámaras en renta (tipo hotel) y un museo. Ese día también visitamos un castillo más grande, que está en la cima de un monte. El castillo se llama Ronneburg, y mucha gente que va ahí se disfraza como en la edad media. Cuando fuimos nos tocó ver dos bodas en el castillo: una normal y la otra con las personas disfrazadas. Había además una torre, a la que te podías subir y podías ver de lejos Frankfurt y otras cuidades cercanas, además de la espectacular vista de los campos alrededor. En Ronneburg a veces tienen torneos de jinetes. De hecho, el fin de semana pasado acompañé a los Jaecker, que llevaron a los niños al torneo. Fue muy divertido y emocionante, como en una película, y aunque los jinetes no eran profesionales, daba mucha risa verlos vestidos y tratando de hacer cosas que hacían hace varios cientos de años.

El día de las madres los Villegas nos llevaron a Hessen Park, que es un museo en forma de un pequeño pueblo. Ahí han reunido casas antiguas de diferentes lugares del estado, así como diversos instrumentos que usaban en los tiempos de antes. Está muy interesante, pues tienen muchos caminitos, una iglesia, una escuela, una pequeña granja, animales, y también gente vestida como se vestían antes (y cargando cubetas, o cosas asi). Nos la pasamos muy bien ese día.

Pero lo más impresionante de la visita de Lanie y Mami fue el viaje a Roma, que hicimos casi al final de su visita (ellas ya habían estado en Roma, pero para mí fue la primera vez). Chrisi, la mamá de los niños Jaecker, me dio tres días libres, y así pudimos ir de jueves a lunes a Roma. Héctor Villegas fue tan amable de llevarnos a la parada del autobús a las 2:30 de la madrugada (pues no había transporte público a esa hora). Llegamos a Roma bien, aunque algo cansadas, y además, tuvimos qué esperar una hora a que llegara el joven para abrirnos el cuarto que habíamos rentado. Nos quedamos en un Bed & Breakfast, aunque en verdad no había desayuno. Había galletas, pan y café, pero lo tenías qué sacar y preparar tú mismo. Pero para nosotras estuvo muy bien; compartíamos cocina y baño, y así pudimos cocinar varias veces en el depa. Cerca de la casa había un supermercado, lo que nos ayudó mucho para hacer nuestras comidas caseras. En las mañanas nos levantábamos temprano y hacíamos nuestro lonche de sandwiches todos los días (ya conocen a mami).

La experiencia en Roma fue fenomenal, además de que fue una bendición estar acompañada de Lanie y de mami. De hecho, fue muy divertido estar con ellas en cada aventura que nos pasaba. Tratando de preguntar cómo llegar aquí o allá, o dónde había un supermercado. Porque eso sí, muchos italianos no hablan nada de inglés, así que seguido preguntábamos en español, para que nos entendieran un poco. Compramos un Roma Pass, que incluía la entrada a dos museos y el transporte público por tres días. Entre todas tuvimos que ver cómo funcionaba eso del transporte y le agarramos la onda rápido. Ya hasta nos estábamos aprendiendo las redes del metro 🙂

Visitamos El Coliseo, el Foro Romano, el Panteón; pasamos por el monumento a Vittorio Emanuele III (presidente de Italia, rey o algo así), por la Fuente de Trevi, la Plaza de España, de Venecia, del Pueblo y otras más. También visitamos el Castillo de San Angelo y, por supuesto, el Vaticano. Tuvimos la oportunidad de poder ir a misa 3 veces en la Basílica de San Pedro, y no hubo vez que, al entrar, no nos asombráramos de la belleza y magnificencia de la basílica. Visitamos también el museo (o los museos) del Vaticano, incluyendo la Capilla Sixtina. En verdad no tengo palabras para describir la grandeza del lugar. Simplemente impresionante. Tanto arte, tanta belleza, tanto trabajo, esfuerzo, imaginación, tiempo… Además de la Basilica de San Pedro visitamos las otras 3 basílicas principales de Roma, que son la de Santa Maria la Mayor, la de San Juan de Letrán y la de San Pablo Extramuros. También fuimos a otras siete u ocho iglesias más. Por supuesto que comimos pizza y pasta durante nuestra estancia en Roma, original e italiana! Al final del día estábamos muertas y con los pies hinchados de tanto caminar, pero siempre super contentas de que valía la pena el esfuerzo.

Cuando regresamos a Frankfurt sólo les quedaba un día a mi mamá y a Lanie. Más bien descansamos y ellas prepararon sus maletas para el largo viaje de regreso.

El último día nos quedamos a dormir con Héctor y Gisela, y Héctor nos llevó al aeropuerto. Al despedirnos no me sentía triste; si tenía un poco de ganas de llorar, pero por alguna razón nunca me salen las lágrimas. Cuando vi a mi mamá y a Lanie irse me sentía sobre todo muy contenta, por esos maravillosos e inolvidable momentos que vivimos juntas estas dos semanas.

Annie Nieto

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Retiro en Agua Viva

Después de pensarlo un poco, papi se fue de retiro a Agua Viva. Dijo que para hacer oración y escuchar a Dios con más calma, sobre todo, acerca de los planes que estamos haciendo como familia. Pensamos que también para descansar un poco de nosotros.

La casa de retiros de Agua Viva está en Amecameca, en el Estado de México. Parece un lugar muy bonito; a ver si luego nos lleva.

Aquí está su relato (beware, it's real long!):

Después de andar preguntando por aquí y por allá, frente al aeropuerto de la ciudad de México tomé un taxi que me dejó en la Avenida Zaragoza. Preguntando un poco más, abordé un camión de no muy buena apariencia que según me dijo el boletero pasaba por Amecameca.

Buena parte del trayecto para la salida de la ciudad fue un interminable desfile de tiendas populares, puestos de comida, vendedores ambulantes, mucha gente en la calle y vehículos semiembotellados. En ratos el autobús se detenía: para checar tiempo, para que el boletero le comprara al chofer unos Marlboro y una coca, por los embotellamientos; no lo sé, sólo me desespero un poco.

Por fin la carretera se dividió entre la autopista a Puebla y la carretera que llevaba a Amecameca. Noté que por el acotamiento de la carretera venían muchas personas caminando; viendo con más cuidado, observé que algunas de ellas cargaban cuadros a sus espaldas (de la Virgen de Guadalupe, después me enteré), pequeños, medianos y algunos bastante grandes, como si fuera el Pípila) Caí en cuenta de que se trataba de una peregrinación. Tal vez van a algún santuario cercano, pensé. Lo que creía que eran algunas decenas, resultaron cien, doscientas personas, y seguían: hombres, mujeres, personas mayores, jóvenes. Hay cosas que no me agradan mucho de la religiosidad popular, pero el ver a todas estas personas me conmovía y me hacía reflexionar en mi propia fe. Ya en el convento de Agua Viva una de las cocineras me explicaba que mucha gente de lugares cercanos (o tan lejanos como Oaxaca) iban de peregrinación caminando hasta la Basílica de Guadalupe (yo estuve en el convento del 10 al 12 de diciembre) para llegar ahí el mero día 12 (los hijos de la cocinera salían al día siguiente en bicicleta). Según escuché después, ese día 12 llegaron cinco millones de peregrinos a la Basílica (suena increíble, ¿no?). En Amecameca las fiestas de la guadalupana habían empezado desde el 1 de diciembre, y día y noche se escuchaban desde el convento (que está en las afueras del pueblo) los cohetes de las celebraciones que organizaban diariamente los feligreses.

En una de las paradas del autobús, frente a un enorme junker atestado de autos cubiertos de polvo (a echarle aire a una llanta que andaba mal, según me pareció oir que comentaba un pasajero), vi sentados en la banqueta a tres o cuatro adolescentes; de repente se pusieron lentamente de pie a seguir su camino (reconocí que eran de los peregrinos), pero me llamó la atención la expresión que tenían todos: cansados, ¿resignados?, pero indudablemente que programados para llegar a su destino. ¿Por qué van estos muchachos, cómo será su fe?, me preguntaba.

Estamos en Adviento. Y por algo Dios me trae a buscarlo en esta peregrinación personal justo en este tiempo “con las señales que la acompañan”. “Señor, cuando te manifestaste al mundo, a quienes invitaste a que te adoraran fue a la gente sencilla del campo… como ésta. Ayúdame a no ser tan cuestionador, a no darle tantas vueltas a las cosas, a acudir ante ti con la sencillez de estas personas”. (Sight) Si me resultara así de fácil como lo digo…

Pasamos por Chalco y el paisaje se empezó a relajar. En ratos se veía el campo abierto y algo de montañas en el horizonte. Un letrero en el camino me llama la atención: “Parque de los Venados Acariciables”. El nombrecito me hace sonreir. Al poco aparecieron los letreros de los restaurantes de conejo que yo recordaba de por estos lugares: conejo a la leña, conejo al pastor, y no sé qué más platillos. Ya estamos llegando, pensé. Vi que nos acercábamos a un pueblo. Ojalá que sea Amecameca.

… No era Amecameca. Al salir del pueblo empezamos a subir por una carretera muy sinuosa. Había algo de tráfico y el chofer nos demostró su pericia rebasando vehículos a diestra y siniestra. No importaba si era en curva o si se acercaba algún vehículo por el carril contrario, no señor. Hay qué reconocer que otros automóviles hacían lo mismo. La libraban por milímetros. Me empecé a poner nervioso, pero debo admitir que (por esta vez al menos) no hubo accidente qué lamentar.

Cuando parecía que ahora sí ya íbamos a llegar a Amecameca, los tramos de carretera en construcción ocasionaron que por cientos de metros el tráfico circulara a vuelta de rueda. No faltaba más: nos salimos de la carretera por el carril contrario y en contra ruta rebasamos a todos los vehículos, para finalmente, en una cerrada electrizante, incorporarnos nuevamente a la carretera al concluir el tramo en reparación. Pensé que ahora sí chocábamos.

El Popocateptl y el Iztacihuatl ya habían surgido increíblemente majestuosos y se recortaban contra un despejado cielo azul. A la una de la tarde, y después de dos horas y cuarto de trayecto, Amecameca apareció por fin, recibiéndonos con su encanto de típico pueblo mexicano, y muchos cohetes, claro.

Pregunté por algún transporte público para trasladarme al convento de los dominicos. Las combis estaban adaptadas para transportar a nueve pasajeros en la parte de atrás. Como sardinas, literalmente. Señoras con niños, bolsas de mandado, viejitos y yo con mi maleta, encorvado para caber. Con mi problema de la espalda, no sé cómo le voy a hacer para poder bajarme, pensé. (Quién me lo manda por codo y no tomar taxi). Al menos la mayoría de los pasajeros se bajó antes que yo y logré hacer la maniobra para descender de la combi. En el mismo lugar se bajó una señora con un niño. Trabajaba en el convento y nos fuimos platicando (o le fui haciendo preguntas) durante el camino de subida, que jalando mi maleta se me hizo larguísimo (como confirmé después que era, efectivamente).

En este privilegiado lugar se encuentra el convento dominico de San Luis Beltrán junto con la casa de retiros Agua Viva, que ellos administran y que me parece tiene espacio para alojar a más de doscientas personas. La arquitectura de las instalaciones es de un estilo algo así como rústico mexicano, mezclado con elementos modernos, en el mobiliario y la decoración. Todo sencillo y sin lujos, pero funcional y agradable. Pude comprobar también que la comida es bastante aceptable, los precios muy razonables, y del paisaje… qué puedo decir. Tomé algunas fotos con mi BlackBerry, que por lo menos dan una idea.

Anteriormente he estado en Agua Viva unas cinco ocasiones, aunque es la primera en plan individual. La primera hace más de treinta años y la última hace algo más de quince. Me trae recuerdos muy intensos y variados de diferentes etapas de mi vida. ¿Qué tendrá preparado Dios para mí ahora en este lugar tan especial?

Mi habitación es sencilla, pero confortable, además de contar con su baño con agua caliente. Lo mejor de todo, sin embargo, es la vista: desde mi ventana puedo ver el Popocateptl, más allá de los pinos y cerros (desde ahí tomé la foto que aparece arriba). Me quedo admirándolo un buen rato.

Acomodé mi equipaje y abrí mi Biblia al azahar; me apareció el Libro de Esther, con el relato de la amenaza de exterminio al pueblo de Israel. En el contexto de este libro, lo que entendí que Dios me decía es que El me libra de las pruebas y amenazas si las enfrento con valentía y con fe. Todo es para que se manifieste su gloria. Mmm, “si tú lo dices Señor, que tu gracia me ayude”.

Cuando bajé a comer me enteré por una cocinera que, salvo los novicios y religiosos dominicos que viven ahí, yo era el único huésped. Vaya. Vine a este lugar a buscar a Dios en un retiro personal de silencio y oración y parece que Dios me lo tomó muy en serio.

Al regresar a mi habitación abro mi Biblia de la misma manera y me encuentro nada menos que con el Libro de Job, en el pasaje donde acontece la tragedia de su familia, y sus tres amigos acuden a exhortarlo. Durante las últimas pruebas que he atravesado he tenido muy presente este libro, aunque sin atreverme a comparar mi situación con la de este noble e intachable personaje. Sin embargo, meditando este libro durante este día y el siguiente, y guardando proporciones, claro, confirmo ahora que Dios ha permitido todas mis pruebas como parte de su plan para mi santificación y la multiplicación de sus bendiciones en mí y mi familia.

Salgo por la tarde a mi primer paseo por el bosque. La experiencia tiene el efecto de un bálsamo de paz para el espíritu. El tupido bosque de pinos con sus sinuosas veredas que suben y bajan, los claros de pasto que aparecen como remansos, el cielo, las montañas, y sobre todo, los volcanes, con su imponente belleza. Comprendo porqué Dios se manifiesta en la montaña al hombre religioso: Dios está, te habla y se revela en la montaña. Te invita a elevarte, como las águilas, a encontrarlo en las alturas. Después de la adolescencia, qué trillados me parecieron estos simbolismos, pero ahora, estando aquí (de a de veras, y no a través de la descripción de un libro), la experiencia me sobrecoge, Dios me habla y se manifiesta en su obra portentosa. Sonrío al recordar lo que juzgué “gastados clichés” en mi juventud. Bueno, también es que me estoy haciendo viejo, supongo.

 

En un contraste de lecturas, Dios me invita por un lado (y para llover sobre mojado) a preparar mi alma para la prueba si quiero acercarme a El (Eclesiástico 2). Por el otro, me dice que en todo momento y circunstancia debo de darle gracias y alabarlo (Salmo 136). Todo esto ya lo sé, pero no sé cómo ahora estos mensajes suenan diferente, adquieren nueva vida… y me la comunican (aunque no me lo crean).

 

Por la noche me recojo temprano, medito y hago oración en mi habitación. La temperatura desciende como a 4 grados durante la noche, así que para mí, que vengo de tierras tropicales, no está el tiempo para salir a ver las estrellas. De día, sin embargo, es otra cosa. Los dos días que estuve en Amecameca la temperatura estuvo perfecta: entre 22 y 24 grados. Debo reconocer que Dios dispuso dos días esplendorosos para este encuentro que tuve con El, dentro y fuera de mí.

La oración de la mañana en la capilla con los dominicos es una delicia; bueno, no es la palabra más adecuada, pero cómo se saborea mi espíritu de estos momentos, con la cadencia de sus rezos cantados. Normalmente yo era la única persona en los oficios, además de ellos. Ya suspiraba por volver a participar de la liturgia de las horas con los religiosos de este lugar. La capilla tiene además un encanto especial. Sobre todo, me agrada ese enorme ventanal que tiene en lugar de la pared de atrás del altar. A este lugar volvía estos dos días una y otra vez, después de cualquier cosa que anduviera haciendo.

Al terminar el desayuno me fui caminando al pueblo. Me fui despacio, contemplando con avidez todo a mi alrededor: las casas, las calles, los trabajadores de las milpas, las carretas moviéndose lentamente, la gente que pasa, caminando, en bicicleta; nos saludamos cortésmente. Y en el horizonte, señoreando sobre todo con su majestuosa presencia, los volcanes. Qué maravilla. Recuerdo las pinturas de José María Velasco y la impresión que me causaba el retrato de esos hermosos paisajes de la campiña mexicana. Ahora no estoy disfrutando de una de esas obras de arte, estoy inmerso en la realidad que retrataban, y qué intensa y embriagante es la experiencia. Sigo caminando, experimentando la presencia de Dios en la naturaleza de una manera como tal vez nunca la había sentido. Creo que nunca voy a olvidar este momento.

Después de unos cuarenta minutos de caminar entro a Amecameca. La calle desemboca en el mercado, por un costado de la Parroquia, la cual tiene al frente la plaza del pueblo (bueno, vi después en la placa de un edificio que ahora es ciudad Amecameca de Juárez). Según una placa en su entrada, el templo data del siglo XVI (That’s pretty old for America, dude). Por el costado opuesto al mercado tiene un claustro de dos pisos, todo con arcos alrededor, en torno a un patio cuadrado. En un andamio alguien restaura la pintura que decora las paredes; le hago algunas preguntas, pero como que no desea conversación y entro al templo.

No me acaban de convencer algunas remodelaciones, el color de la pintura y las decoraciones, pero la Parroquia de la Asunción es hermosa. Por el costado izquierdo está la capilla con el Santísimo expuesto, con un bello retablo churrigueresco en hoja de oro atrás del Sagrario. Un buen número de fieles se encuentra devotamente en oración. Me quedo ahí por un buen tiempo, en la Casa de Dios, reflexionando, escuchando y disfrutando simplemente de su compañía.

Al salir de la iglesia me topo con la algarabía del pueblo: el mercado, la plaza, el bullicio de la gente; como música de fondo resuena la voz de Cristian cantando “Azul”. Cruzo la plaza, me volteo y ahí están de nuevo, detrás de la iglesia, más allá de los cerros: mis amigos, los magníficos volcanes, contemplando soberanamente todo nuestro ajetreo. Dice el salmista ”alégrese el cielo y exulte la tierra”… lo entiendo muy bien. Durante un rato camino por las calles del pueblo. Me doy cuenta que se ha hecho tarde para la misa en el convento y debo regresar, a mi pesar, nuevamente en combi (aunque al menos esta vez sin equipaje). En Agua Viva desciende también uno de los sacerdotes dominicos. Aprovecho la larga subida para hacer conversación y pedirle que me confiese. Quedamos de vernos a las 6:30 pm.

Un poco tarde, pero alcancé la misa, que los jueves es a la 1 de la tarde. Después de comer y mi habitual contemplación – conversación con el Popo a través de mi ventana, me voy a mi paseo vespertino por el bosque. Me aventuro por nuevos lugares, descubro nuevas veredas, nuevos paisajes. Como ando solo, no me siento muy temerario; ¿y si me caigo en una de esas subidas y me rompo un hueso, o algo así? Nadie se daría cuenta. Mmm, además, recuerdo la vez que me perdí por dos horas en el bosque, cuando estuvimos en el Gran Cañón. Ja, cómo nos reímos todos, bueno, se rió de mí toda la familia (después de estar preocupados buscándome, claro). Me gustaría estar con mi familia recorriendo estos bosques, compartiendo estas aventuras… retirándonos juntos para buscar a Dios. Algún día lo haremos, me digo.

El Padre José Luis es español. Un hombre maduro, pero vigoroso y agradable, que me inspira confianza, así que me explayo en mi confesión. Además del perdón sacramental, sus palabras me traen paz y consuelo. Me encomienda que por encima de todo tenga fe y confianza en Dios. Un mensaje sencillo en cierta forma, pero siento que es Dios quien me lo está diciendo. Estas palabras se han quedado resonando en mi alma; no puedo eludir su voz. "Señor, aunque sea torpemente en ocasiones, trataré de seguirte y de obedecerte en lo que me pidas".

En mi reflexión de la noche, las bienaventuranzas, de Mateo 5, me dicen que en las situaciones de adversidad ante los ojos humanos, Dios me conforta y me bendice. ¿Cómo es que la gracia de Dios hace que todas estas palabras adquieran y me transmitan ahora nueva vida? Creo que es el Señor mismo quien me ha traído aquí para, en su misericordia, mostrarme una vez más su amor y su camino para mí.

Saludo contento la mañana del viernes, que llega con su agradable rutina. Desayuno, oraciones, caminata por el bosque. Hoy, sin embargo, paso más tiempo en la capilla, como si algo me hubiera clavado ahí. Son muchas emociones, muchas palabras, inquietudes y anhelos renovados de servir a Cristo como su discípulo. “Señor -le digo- si así y todo me quieres, luego no te hagas el sorprendido. Sólo te pido una cosa más: renueva en mí la efusión de tu espíritu, hazme sentir tu presencia una vez más, dame los dones que necesito para servirte”. En ese momento experimenté los ríos de agua viva recorriendo mi cuerpo; veía a Cristo imponiéndome las manos y a María tomando amorosamente mis manos y mirándome a los ojos. No suelo tener visiones y más bien tiendo a enfocar las cosas racionalmente, pero agradezco con humildad este regalo con el que Dios me confirma todo lo que he vivido estos dos días. Me invade una sensación de bienestar. ¿Y ahora?, me pregunto. “Señor, ¿todo esto es una señal de que ahora sí ya vas a liberarme y se van a resolver nuestros problemas?” Y vienen a mi mente las palabras de Hechos 1, 7-8: “a vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento… sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo… y seréis mis testigos”…

Me retiro de la capilla reflexionando en la densa experiencia de estos dos días que están por concluir: Necesitas ayuda para llegar a tu meta (y tiene sus peligros el camino). Dios me exhorta a que no tenga miedo y que sea valiente; a que tenga fe y confianza en que El está permitiendo la aparente adversidad y me ha estado forjando en las pruebas para mi santificación y la multiplicación de sus bendiciones en mi familia. ¿Y en cuanto a todo lo demás? No me toca saberlo ahora, sólo que El renueva en mí el poder de su Espíritu para que, con la intercesión de la Virgen de Guadalupe, sea su testigo en la misión que ahora tiene para mí y mi familia. En resumen, lo que Dios quiere es que yo sea santo. Pienso que como Abraham, a pesar de mi edad, Dios me está llamando a emprender una nueva aventura.

Llega por fin la hora del regreso. Ahora sí me pongo listo y tomo un taxi que me lleve a la estación de los autobuses en Amecameca. El día había amanecido algo nublado y por la mañana apenas se veía el Popo desde mi ventana. Al tratar de observarlo desde el autobús a la salida del pueblo, ya no se ve nada, no sé si es la bruma, la niebla o el smog. De repente, algo en mi interior me hace reflexionar y que cambie mi semblante. No importa si en algunas ocasiones no lo puedo ver… yo sé que está ahí.

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Annie en Alemania

Como saben todos ustedes, Anita terminó la prepa este verano de 2008 y se fue a Alemania. El plan es que va a estar un año por allá (y ya la extrañamos mucho!) en el programa de Au Pair.

Llegó por lo pronto a la casa de nuestros buenos amigos Héctor y Gisela Villegas en Frankfurt. Dentro de un mes se va a cambiar a la casa de la familia alemana con la que va a estar viviendo en el mismo Frankfurt.

Le deseamos lo mejor a Annie en las super experiencias que va a estar viviendo por allá.

Ya les estaremos comentando de sus aventuras. Por lo pronto parece que se va a París o a Austria de vacaciones con los Villegas.

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Six Flags y Cumpleaños de Meme 2008

El lunes 14 de julio fue cumpleaños de Meme, nuestro primo, así que se tomó el día libre y él y Mayra se fueron con todos nosotros a Six Flags en Arlington. Papi y mami se quedaron en su departamento a cuidar a la Helen, su bebé.

Estuvimos allá todo el día y la pasamos muy, muy bien. Nos subimos al Shock Wave, al Texas Giant y a casi todos los juegos.

De regreso celebramos el cumpleaños de Meme. Le cantamos las mañanitas y el happy birthday. Comimos unos tacos fritos de fajita que compraron por ahí (muy ricos) y un cake de fresa que hizo mami.

Fue muy divertido, aunque algo pesado, pues regresamos a Muenster a las 12:30 de la noche. Al día siguiente papi y mami regresaron a Dallas a dejar a Rafa, que tomaba su avión a Seattle el miércoles temprano. Nos ofrecieron una cena muy elegante con vino y toda la cosa.

Pueden ver a Marcos, Cristy y José David screaming y levantando las manos (y a Mayra bien agarrada). Hay algunas fotos de todo más abajo.

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Grandma’s 80th Birthday!

El domingo 13 de julio celebramos el cumpleaños de grandma Helen Yosten. En realidad ella cumple el 2 de agosto, pero decidieron adelantarlo aprovechando que buena parte de la familia Yosten andábamos por Muenster.

Grandma es nuestra abuelita por parte de mami y celebramos su 80 cumpleaños. Tiene 11 hijos (8 mujeres y 3 varones), 45 nietos y 10 bisnietos. Uf!, una gran familia, ¿no creen?

La fiesta fue en la casa de Chuck Bartush, que es muy grande (como pueden ver por las fotos), así que apenas estuvo bien para las aproximadamente 70 personas que pudimos asistir de la familia.

Como regalo especial tuvo una colcha con los nombres de todos! los miembros de la familia.

Felicidades a Grandma por su 80 aniversario!

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Visita a Shulpur Springs

Mami, papi, Mikey y Dany (José David no nos pudo acompañar porque está trabajando) estuvimos de paseo en Shulpur Springs, que está como a dos horas y media de Muenster, a visitar a los hermanos de mami que viven por allá. De camino paramos en Bells, donde vive Ann, la hermana de mami, con su esposo Charles Boles y sus hijos Adam, Teresa, Andy y Rachel.

En Shulpur Springs nos quedamos en la casa del tío Martin. Al día siguiente fuimos al planetario que está en un campus cercano de la Universidad Texas A & M. También visitamos al tío Matt, quien nos llevó a conocer la nueva casa que está construyendo, está muy bonita.

La familia de mami vivió un buen tiempo en Shulpur Springs, de hecho, ahí se casaron mami y papi. Les mostramos algunas fotos de la casa de los Boles, de la casa de Martin y la que está construyendo Matt. (Las primeras fotos son de Muenster, en la casa de Paul y Beth Bartush).

De la casa de Martin nos fuimos a Dallas a recoger a Rafa Jr. que vino de Seattle a pasar unos días con nosotros. Recogimos a Rafa en el departamento de Meme (hijo de la tía Charis) y Mayra, su esposa. Con ellos están ahorita también Cristy y Marcos, que están trabajando este verano en Dallas. Comimos el lunch en su casa y de ahí nos regresamos a Muenster a seguir las aventuras.

La foto de abajo es de la familia Boles.

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